lunes, 10 de junio de 2019

Contemplar la luna, es contemplar a quien llevamos en el corazón. (Anónimo)

 Francisco Morales Santos,  Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 1998, es uno de los grandes escritores y poetas de Guatemala, su poesía ha sido traducida a varios idiomas, esta noche compartimos uno de sus cuentos, extraído de su libro titulado: Árbol de pájaros.

Que lo disfruten...


El arete de plata.

    En una hora que no es del día, pero tampoco de la noche, cuando el cielo muda su azul de un rato a otro, de modo que si antes fue azul clarinero, ahora se convertía en azul pavo, Paloma salió al patio de su casa porque su mamá le dijo que fuese a ver si llovería más tarde.

    Paloma abrió bien sus ojos redondos y se puso a contemplar el cielo.  Le pareció un mantel inmenso con migas blancas y hubiera querido tocarlo con sus manos.

    Como de costumbre, se puso a contar los luceros que fueron apareciendo, uno tras otro, mientras el cielo mudaba de color.  Sus ojos apenas se detenían en las orillas de los cerros que guardan el pueblo de los torbellinos.  Más bien volaban como los pájaros que a esa hora volvían a sus nidos.
     De repente, muy cerca de donde el sol se esconde, descubrió la presencia de la luna: estaba tan delgada, casi como un gajo de naranja, pensó Paloma, pero también le encontró la forma de un arte de plata.

     Si con solo cerrar los ojos pudiera alcanzarla, suspiró la pequeña, sin dejar de mirar hacia el poniente.  Era tan grande su deseo que hasta tuvo la impresión de que las estrellas que aparecen junto a la luna le hacían señas de ven acá, mientras el viento la acariciaba como un perro manso.

    El tiempo pasaba y pasaba, pero el asombro de la niña era mayor, pues aunque en su corta vida ya había visto lunas de todos los tamaños por el camino del cielo, ninguna le había parecido tan maravillosa como la de ahora.  El tiempo se le fue en ver y desear, en desear y ver, hasta olvidarse de la razón por la que había salido al patio.  Cuando vino a darse cuenta, la luna ya tocaba la orilla del cerro y el paisaje era recogido por la noche.

    Aquella noche, Paloma se costó pensando el gajo blanquísimo de la luna, que ya en su sueño resultó se un arete pendiente de su oreja.

Francisco Morales Santos- Árbol de pájaros. 



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